No fue un presidente perfecto, ni un símbolo intocable. Pero, increíblemente, aún me quedaban exguerrilleros a los que podía mirar con respeto, y él era uno de ellos.
No voy a romantizar su paso por el poder ni tapar sus errores, pero en un tiempo donde el cinismo es moneda corriente, Mujica seguía siendo una figura capaz de inspirar sin imponerse. Con sus silencios incómodos, su austeridad sincera y su forma de no parecerse a nadie.
Hubiera querido ver a alguien así gobernando en mi tierra.
Y si te caía mal, lo lamento por vos. Para mí, fue un grande.
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